¡A la banca!

Hace unas semanas hice alusión a una lesión.  Sí.  Todo corredor en algún punto de su vida termina con alguna lesión. Si dicen que "impuestos y la muerte le toca a todos", lesiones le toca a todos los corredores.

Photo by Tima Miroshnichenko

Un mes antes del maratón, noté una pequeña bolita en el arco del pie. No era un lugar donde hubiera mucha presión al correr o caminar, así que no le puse mucha importancia.  Pensé el problema venía de la carga de kilómetros en esa etapa del entrenamiento.  Pero la semana previa al maratón las sensaciones con esa bolita eran cada vez más molesta.  

Aproveché que estaba en pleno taper y que la carga de trabajo era baja. Eso me ayudó a descansar el pie y a que no tuviera ningún tipo de inflamación. Llegado el maratón, pude correr sin problemas y, al final de día, el dolor y molestias eran las propias de haber corrido 42 kilómetros y no las de una lesión en la planta del pie.   

Aún así, aunque uno corra sin grandes problemas, es claro cuando algo no esta al 100%.  Así que decidí investigar y atender mi lesión antes que se agravara.  Primero quise investigar en internet qué podía ser. Los síntomas eran definidos y rápidamente ví que podía ser una callosidad que a veces se forma en puntos específicos del pie o incluso podía ser una verruga en el pie.

De entrada cometí un error. Empecé a tratarme con productos que uno puede comprar en la farmacia, pero no detuve por completo el entrenamiento.  Obviamente, traer una curación en la planta del pie y querer correr obliga a que, incocientemente, el pie busque evitar la molestia modificando la pisada.   Para colmo, los tenis que usaba para entrenar antes del último maratón estaban ya llegando a su límite y claramente sentía que me presionaban en la zona de la planta del pie donde tenía la lesión.

Fue este ajuste inconciente el que me metió en problemas. A las dos semanas empecé a desarrollar un dolor en el talón que rápidamente identifiqué con el principio de fascitis plantar. Para colmo, a estas alturas tuve que recurrir a un podiatra que me leyó la cartilla: bájale a tus entrenamientos porque vas a salir lastimado.  Lo que tenía era una verruga que resulta por la presencia de un virus (por eso hay que usar sandalias en los clubes deportivos).   El tratamiento llevaría 3 o 4 sesiones, cada una 10 a 14 días después de la anterior.

El tratamiento lo seguó a rajatabla, pero en el tema de entrenamientos no hice mucho caso. Bajé el volumen de entrenamiento, pero no lo paré.  De hecho, la carrera de 16 kilómetros de trail la hice 3 días antes de la segunda sesión del tratamiento.  Y fue asi que unas semanas después llegaron los dolores punzantes en mi talón y tobillo.  Claramente, al tratar de compensar la lesión que me estaba tratando el podiagra, estaba alterando mi pisada y yo mismo me provocaba una lesión más seria.

Los dolores fueron lo suficientemente serios como para que dejara de usar zapato de vestir por unas semanas (sí, andaba de traje y tenis en la oficina).  Además, llevo ya unas semanas aplicando todos los trucos para la fascitis plantar: masaje con una pelota de tenis, estiramientos, hielo....

Apenas creo estoy saliendo de esa lesión y espero, ahora sí, retomar bien mis entrenamientos para el Big Half a inicios de Septiembre.  Este fin de semana hice 14 kilómetros que me sentaron de maravilla, pero no creo mi pie hubiera aguantado más sin reclamarme.

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