Misión cumplida (parte 1)
Se cumplió. Completé el maratón. Antes de dar tiempos o analizar la carrera, quiero dejarles una reseña de lo que me pasó ese día.
Al final, planeé una ruta que me tendría pasando por casa cada cierto número de kilómetros, cosa que aprovecharía para repostar (agua, geles o lo que fuera que me proporcionara carbohidratos o proteína). Sin embargo, no consideraba ese plan el idea. Pasar varias por casa podría ser una tentación muy grande para parar y, al final del día, no completar el maratón o no dar mi mejor esfuerzo.
Apenas la víspera, platicando con mi esposa, surgió la idea de recorrer el Flitch Way, un sendero donde alguna vez había un tren que unía los poblados de Braintree y Bishops Stortford. Ya conocía un tramo, porque ahí había entrenado bastante el año pasado. Incluso, si recuerdan, participé una carrera de 10 kilómetros.
El Flitch Way mide 15 millas de extremo a extremo y, si lo recorriera en un segmento de ida y vuelta, "solo" tendría que recorrer 13. Muy cerca del extremo está un parque muy grande donde se puede andar en bicicleta. Una idea llevó a otra y el plan quedó armado: yo correría el Flitch casi de extremo a extremo, parando en el parque donde mi esposa llevaría a los niños a andar en bicicleta. Al mismo tiempo, ella llevaría agua, geles y lo que necesitara para la segunda mitad del maratón. En teoría era una idea sólida. En teoría. Pero eso es parte de las lecciones que me deja este maratón (y que compartiré en otra publicación).
Esa mañana me preparé para salir a correr y me dirigí al punto de partida. Según mis cálculos, desde ese punto serían alrededor de 20 kilómetros hasta el parque donde me reuniría con mi familia. Eso me permitiría correr con ellos un kilómetro y, si hiciera falta, en algun punto intermedio desviarme momentáneamente para juntar la distancia completa del maratón.
En los primeros 3 kilómetros me encontré con otros 3 corredores del evento virtual, aunque ellos tomaban otras rutas, claramente corriendo en la calle y no en senderos. Mis problemas empezaron antes del kilómetro 5. Había unos tramos con lodo y tuve que ir cuidando por donde avanzaba. Obviamente eso rompía el ritmo de carrera y obligaba a avanzar con cuidado. Luego, por ahí del kilómetro 8, el Flitch Way se bifurcaba en varios sentidos. Unos me regresarían a una carretera que me forzaría a un rodeo de 3 o 4 kilómetros, por lo que quise consultar Google Maps (otro parón en el camino), pero de nada sirvió porque no había señal. De plano tomé dos o tres referencias y me dí cuenta debía mantener un arroyo a mi izquierda y, más delante, vadearlo de alguna manera. Así fue y salí a un claro con un pastizal pero sin una vereda visible. Más pronto que tarde ya tenía los tenis mojados y había pasado por varios tramos donde había encharcamientos debajo del pastizal. No quedaba de otra: regresar un par de kilómetros o avanzar hasta la zona industrial que se veía más adelante.
Llegando a esa zona industrial fue más sencillo orientarme y confirmé no seguí las veredas correctas, pero aún así salí a dos cuadras del punto donde debía salir del Flitch Way. Avancé poco menos de un kilómetro por esa zona industrial y llegué al punto donde el Flitch Way continuaba. Me llamó la atención que el Flitch Way bajaba mucho de elevación porque eso significaba que en algún punto habría subidas. Las hubo. Dos segmentos de más de 2 kilómetros de subida poco empinada, pero constante. Y como apenas iba en la primer mitad, no sentí tanto el esfuerzo. En otros tramos, la vereda se cortaba porque, donde antes había un puente sobre una avenida, ahora solo habían barreras bloqueando el paso (y una rampa poco empinada 200 metros antes, para que corredores y ciclistas pudieran incorporarse a una vereda paralela que les permitiría cruzar la avenida), Ante la opción de regresar a la rampa o simplemente tomar la vereda empinada más cercana, elegía siempre la opción que tomara menor distancia para no tomar, por error, una vereda que me alejara del Flitch Way.
He de decir que, una vez que retomé el Flitch Way, en prácticamente todo el camino había por lo menos un ciclista o un corredor en la vereda. Aún no eran ni las 11 AM y era la hora en la que la gente sale a hacer ejercicio o pasear a los perros. En un punto llegué a lo que alguna vez fue la estación de Bannister Green Halt. Muy a modo por el día porque me recordó a Sir Roger Bannister, el gran atleta británico que, pese a no ganar una medalla olímpica, se inmortalizó al romper una de las grandes barreras del atletismo: correr una milla en menos de 4 minutos.
La estación Bannister Green Halt |
Finalmente, encontré gente en una cafetería en lo que antes fue la estación de tren de Rayne. A mi derecha ví a un grupo de personas sentados en una mesa y, apenas se dieron cuenta traía un número de corredor, voltearon y empezaron a aplaudir y echar porras. Un momento que me permitió cargar pilas mentalmente.
Poco más adelante dejé el Flitch para tomar la calle que cruza una autopista y me dejó en el parque. Como hecho a propósito, llegué al estacionamiento al mismo tiempo que mi familia y las porras que echaban mis hijos desde el coche me recargaron las pilas.
Ahí en el estacionamiento reaprovisioné. Había consumido casi por completo los 2.5 litros de agua con los que salí de casa, así que recargué las botellas y metí en mi chaleco geles, barras de energía, una bolsita de nueces y los pepperamis que había olvidado en casa. Aproveché un poco para estar unos minutos con mis hijos y caminar de regreso a la salida del parque para que corriera de vuelta. En total fueron 20 minutos en los que paré el contador.
Y eso fue solo la mitad de la carrera. En unos días les contaré cómo fue el camino de regreso que, a mi juicio, fue la parte más complicada y pesada de la carrera.
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