Ultimos días antes de la maratón


El año pasado entré a varios grupos en redes sociales dedicados al Maratón.  Era de esperarse que, entre los miles de corredores, se formaran grupos para aclarar dudas sobre el entrenamiento, la logística en la Expo, cómo moverse en Londres, qué lugares eran más aconsejables para que los familiares fueran a echar porras.

Nunca me salí de esos grupos y ahora me toca ver la emoción con la que postean quienes corren su primer maratón.  Hasta cierto punto, es volver a vivir la emoción del año pasado, con la diferencia que ya sabemos el final de la historia.  Por un lado están quienes, por enfermedad o cosas propias de la vida, se han tenido que saltar algunas sesiones de entrenamiento y les aterroriza la idea que no van a poder completar el maratón.  También están los que no conocen Londres y quieren saber dónde hay un buen lugar que los familiares les esperen para echar porras.  No faltan quienes preguntan si el hotel que reservaron tiene una ruta fácil de seguir llegar a la línea de salida (o para regresar de la meta). 

Luego empieza el alboroto porque unos empiezan a recibir correos confirmándoles el carril de inicio que les asignaron... al tiempo que varios empiezan a preocuparse porque no les ha llegado nada (aunque suelen pasar 3 días para que envién todos los correos).

Además de todo esto, este año hubo mucha confusión porque mucha gente no se fijó que, al momento de inscribirse, había que elegir de forma explícita si uno quería recibir t-shirt y medalla.  Aunque esta parte del proceso no había cambiado respecto al año pasado, esta vez no hubo correo para recordar a la gente que aún tenía tiempo para cambiar de opinión y pedir su medalla.  El caos era previsible: mucha gente no había pedido ni playera ni medalla cuando llegó la fecha límite para hacerlo.  Finalmente, el comité organizador extendió unos días el periodo para hacer estos cambios.

Finalmente llega la "maranoia": ese estado de preocupación constante previo a un amaratón constante donde cualquier variable genera un nivel de estrés brutal al corredor.  Que si podrá completar el maratón porque se brincó una sesión de entrenamiento, que si por haber hecho 34 kilómetros en el último fondo en vez de 32 va a afectar su tiempo, que si los geles de la marca X pudieran ayudarle más porque el último fin de semana sintió asco con los que la marca Y. 

Pero aquí es donde siempre sale a relucir la camaradería de la que platicaba hace un año y consejos tan inspiradores como el de Christine.  Todos los corredores echándose porras y tratando de calmar esa maranoia colectiva.  Y de paso, aparecen joyas como el post de Christine Edwards que compartí en días pasados.

Finalmente, cuando llega el correo donde asignan las olas de salida, empieza el hervidero de mensajes de corredores poniéndose de acuerdo para verse antes de salir o para conocerse y tratar de ir corriendo juntos. 

No estaré corriendo en la calles de Londres en el evento principal, pero bien dicen que recordar es volver a vivir y, ver el bullicio entre quienes sí van a correr en Londres reaviva las emociones que viví hace un año.

Faltan 4 días.

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