El topo

El topo. Photo by Nikola Tomašić

Querido lector, esta publicación es un poco subida de tono. Si estás comiendo o eres sensible a temas escatológicos, evita esta publicación.  

Si eres mexicano, entenderás el sentido por el título e imagen de esta publicación.

Una de los mayores miedos de muchos corredores recreativos tiene que ver con el baño.  Si uno etá en el gimnasio o en un centro de entrenamiento con instalaciones sanitarias, no hay gran problema. Uno simplemente camina unos pasos para responder al llamado de la naturaleza.  

Ahora, imagínense estar en un parque o en plena calle corriendo antes que abran los negocios y de repente sentir la imperiosa urgencia de tener que sentarse en el trono de porcelana.  Por eso muchas veces los corredores tomamos medidas para prevenir incidentes donde, de repente, necesitemos un baño pero no haya nada cercano.

Esta preparación va más allá de un ritual o de un "ensayo general", como comentaba hace poco más de un año. Es más bien algo una necesidad.  Si uno busca memes, hay uno que pone el baño como la primer preocupación del corredor en su rutina pre-entrenamiento.  Incluso hay uno donde dice que puede ser más emocionante haber ido al baño 15 minutos antes de la hora de salir a entrenar.


Ya en alguna ocasión conté que tengo mi rutina cuando salgo a correr, sobretodo los fondos en fin de semana.  Y sí, una parte importante de mi rutina es ir al baño (o al menos intentarlo).  La mayor parte del tiempo corro fuera de la zona urbana, así que no tengo muchas esperanzas de encontrar un baño si mi ruta no pasa cerca del único supermercado de la zona.

Hace un mes mis peores miedos se hicieron realidad y rompieron completamente mi entrenamiento. Salir a correr 21 kilómetros y elegí una ruta que podría servirme para el día que corra el maratón completo.  Sin embargo, apenas llevaba 3.5 kilómetros y tuve una sensación rara en el estómago.  A los 4 kilómetros la sospecha se convirtió en certeza, justo en el punto más alejado de casa y sin una ruta alterna que acortara la distancia.  Con trabajos llegué a casa, pero no pude correr la mayor parte del tramo de regreso.  Obviamente, el haber parado por la escala técnica y la pérdida de confianza en ese entrenamiento me afectaron. Lo que debió tardar 2 horas y media, terminó siendo un entrenamiento de poco más de 3 horas (y solo contabilizo el tiempo en el que me estuve moviendo).

Por eso es que, para los corredores, el topo puede ser el mejor amigo si se queda en casa, pero si no, puede ser el peor enemigo.  

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