Las medallas (parte 1)

Por lo general asociamos una medalla a un premio.  La tradición de los Juegos Olímpicos es clara: medalla de oro al ganador, plata al 2o lugar, bronce al tercero... pero nada para el cuarto lugar.

Quienes estamos fuera de una competencia, podemos ver una medalla como un "premio", pero en muchas ocasiones no hay nada más amargo que una medalla de plata.  El ejemplo más visual  es el perdedor de cualquier final de futbol. ¿Cuántas veces no vemos a un futbolista recibir una medalla de plata y de inmediato quitársela? Y si la mantiene en su cuello, su lenguaje corporal claramente muestra que no está contento con ella.  La actitud opuesta de los ganadores.

He escuchado a gente decir que, si ese futbolista tuviera el mínimo espíritu deportivo, estaría contento con su medalla de plata.  Difiero.  Aunque, en teoría, una medalla de plata es un premio al logro deportivo de quedar en un segundo lugar, también es la prueba más clara y fría que el deportista se quedó a un paso de la gloria máxima.  

No podemos negar lo que, seguramente, ocurre en la mente del deportista. Tanta preparación y esfuerzo durante meses (o años), fueron insuficientes para llegar a lo más alto del podio.  No se puede separar al atleta del hambre y determinación necesarios para competir en esa última prueba con solo apretar un botón.  A final de cuentas, ese atleta seguramente dió todo en la competencia, incluso recurriendo a sus instintos más básicos para poder sacar hasta la última gota de su rendimiento en la competencia.  

Sin embargo, en casi todas las carreras organizadas hay medallas para todos.  Aunque sí hay medallas de oro, plata y bronce a los tres mejores corredores en cada categoría, todos los corredores se llevan una medalla a casa.  No importa que seas el lugar 4942 de 5000 corredores.

Incluso después de haber corrido mis primeros 5k, veía la medalla de participación como un souvenir para poder presumir haber asisitido a un evento en particular.  Me imaginaba a corredores con un anaquel lleno de medallas de todas las carreras donde han participado, como si se tratara de una colección de estampillas.

Esa percepción ha cambiado.  

Después de correr el medio maratón,  me dí cuenta que la medalla de participación es realmente un premio.  No es un premio al mejor corredor de un pelotón de 500 corredores.  El el premio a la preparación y al esfuerzo individual.  A final de cuentas, no soy atleta de élite.  Mi participación, por lo tanto, implica una competencia contra mí mismo.  Es una competencia entre una versión de mí, que prefiere quedarse un domingo en cama y no salir a correr, contra la otra versión de mí que decide levantarse y, sin importar que haga frío, sale a correr.

Mi medalla por correr el primer London Landmarks Half Marathon en 2018

Esa medalla es la recompensa a la preparación previa a la carrera, reflejada en el hecho de haber cruzado la línea de meta.  No es premio a ser el más rápido, es el premio a ser una mejor versión de mí mismo.

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