La euforia del que completa un maratón

En el metro y en el tren a casa, íbamos varios corredores con nuestra medalla al cuello.  Un corredor también portaba la medalla de las "Seis estrellas" (la medalla que se otorga a los corredores que logran completar los seis maratones considerados "majors": Berlín, Boston, Chicago, Nueva York, Londres y Tokio).  Ver a otro corredor era una especie de llamado de verlo a los ojos y hacer algún gesto mutuo de felicitación, como si reconociéramos a un compañero de alguna sociedad exclusiva (hay algo de cierto en eso, pero lo trataré en una publicación próximamente).

Quiero destacar que no todos los corredores veníamos con nuestra ropa de deporte. Muchos ya se habían bañado y estaban vestidos de "civiles".  Aún así, portaban orgullosos su medalla al cuello.  Claramente, habían tenido tiempo de darse una ducha y cambiarse antes de salir nuevamente a la calle.  Incluso alguno habrá tenido tiempo de tomar una siesta.  A final de cuentas, muchos de los corredores de fuera de Londres estaban alojados en algún hotel cercano o, si corrieron por una organización de beneficencia, la misma organización les dió acceso algún lugar con regaderas y comida (tal como narré aquí).

Cuando abordamos el metro en Embankment, me encontraba a algún corredor con su medalla cada 10 o 15 pasos. Sin embargo, al alejarnos del centro de Londres éramos cada vez menos corredores.  Pero fue precisamente ahí, donde había menos corredores, donde la gente nos felicitaba.

Para salir de la estación del metro tuve que acudir a la barrera para minusválidos, donde un empleado de TFL me abriría la barrera (ese día, los corredores tenían transporte gratuito con solo mostrar su número de corredor).  Pocas veces he visto una sonrisa tan cálida en un empleado del metro como cuando vió la medalla y me dijo "Congratulations! Well done!".

Después, en el tren a casa dos o tres personas iniciaron una mini conversación preguntando cómo me había ido y felicitándome. Llevo más de 15 años tomando trenes en esa ruta y la gente solo te saca plática si ocurrió algo completamente fuera de lo normal.

De alguna manera, la euforia de completar la carrera deja de ser explosiva y se transforma en algo intenso pero de larga duración. Esa emoción por haber completado el primer maratón se queda ahí por algunas semanas.  Aunque uno no busque presumir la medalla o contar lo que ocurrió en el maratón, también es cierto que amigos y familiares van a sacar el tema. Y es entonces cuando, como dicen en el pueblo, uno se lanza como "gorda en tobogán" para contar, a detalle, todo lo que pasó en la carrera (y, obviamente, presumir la medalla).

Viví la prueba de ello apenas dos días después del maratón.  El patrocinador de ropa deportiva del maratón ofrecía el grabado de la medalla de los corredores que presentaran su número de corredor en la tienda de la marca en Oxford Street.  El primer día que fui a la oficina (el martes después de la carrera) llevé mi medalla para ir a la tienda a que me la grabaran apenas saliera de trabajar.  Una compañera del departamento también llevó su medalla (ese había sido su 9o maratón).  Alguien nos escuchó platicando como nos había ido y, minutos después, teníamos a 6 o 7 personas alrededor de nosotros escuchando contar cómo nos había ido y queriendo ver nuestras medallas.

Mi medalla

Sí. Por unos momentos fuimos “estrellas de rock”.

Pero hay algo más trascendental que el cómo otros nos ven a quienes terminamos una maratón: uno mismo ve a los corredores de otra manera. Sobretodo a los corredores de fondo. Uno descubre, en carne propia, la dimensión del esfuerzo. Las batallas que uno libra contra el clima, el hambre, el cansancio y contra uno mismo. Sí, era más fácil haber parado y  comprar esa hamburguesa en Millwall. Era más fácil haber tratado de caminar más.  Era más fácil haberse saltado varias sesiones de entrenamiento.  

Pero el objetivo era otro.  Cuando la cima es la meta, uno no asciende a la montaña trepándose en un elevador o un funicular.  Así no se puede saborear el haber llegado.  No existe esa euforia de largo plazo de quien logra su objetivo.  Por eso, no se vale cortar camino: entrenamiento y carrera van de la mano. Ambos son parte del proceso, y el proceso completo es necesario para poder decir "se llegó a la cima".

Es entonces que algunos números cobran sentido, como las estimaciones que señalan menos del 0.5% de la población mundial ha completado un maratón y que menos del 0.025% de la población mundial corre un maratón en un año en particular.

Pero ese análisis lo dejo para otro día.

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