Recordando el maratón. El último kilómetro y la meta.
Antes que nada, quiero aclarar que las mayor parte de las siguientes líneas las escribí poco después del maratón, pero no pude terminar la reflexión y, al no haber tocado el blog, apenas ahora las publico.
¡El último kilómetro! |
¡Uff! Apenas son 4 días y son muchísimas emociones y sensaciones nuevas. Es probable mi publicación se extienda bastante (o que termine dividiendo esto en varias partes), pero quiero compartir muchos detalles.
Deja inicio mi relato en el kilómetro 41, casi frente al Parlamento. En este momento es cuando dices "¡ya llegué!" y nuevamente sientes ese impulso de adrenalina en el cuerpo, esta vez por ver la meta tan cerca. Las dudas que te habían asaltado kilómetros antes se convierten en la certeza que ya llegaste.
Pero ahí está la trampa: como el alpinista en la montaña, es más fácil lesionarse y acabar abandonando en los últimos metros del maratón. Y estos días supe de la historia de un maestro que se lesionó (una fractura, nada más) al pisar una botella faltando menos de un kilómetro. Aún así, este maestro no abandonó y crusó la meta arrastrándose de nalgas (literalmente).
No quería ser ese corredor que se hiciera viral por una lesión, pero quería terminar el último kilómetro corriendo. Ya había tenido un encuentro personal con el famoso "muro" por ahí del kilómetro 26 (y fue ¡un huevo escocés! el que me salvó de esa debacle, cosa que contaré en otra publicación) y, sin embargo, la adrenalina hizo su magia: empecé a correr con más energía.
Este último kilómetro va alrededor de St. James Park (ese parque frente a Buckingham), para pasar junto al Palacio de Buckingham y enfilarse por The Mall directo hacia la meta, a medio camino de Trafalgar Square. En ese tramo saqué mi teléfono y empecé a filmar.
Fue en los últimos metros donde, de repente, como si se descorchara una botella de vino espumoso, todas las emociones empezaron a brotar a flor de piel. El detonante fue ver un puente peatonal con el letrero: "385 yards to go". Si has leído este blog, recordarás la publicación donde conté que la distancia oficial del maratón quedó definida como dictó la competencia en los Juegos Olímpicos de 1908: 26 millas y 385 yardas en la pista.
Ese letrero trasladó mi imaginación al antiguo estadio de White City y me imaginé ser uno de esos atletas entrando a la pista para rematar esas 385 yardas en la pista y justo frente al Palco Real. Sí. La voz en el video se me quebraba y, por unos momentos, tuve que parar de grabar.
Esos últimos 358 metros (o 385 yardas) fueron especiales. La adrenalina era tal que ya no sentía cansancio, pero mis músculos estaban rígidos. Podía trotar, pero me costaba trabajo levantar mucho las rodillas. Era un momento de hiperrealismo. Como si el tiempo avanzara más lento. La imagen es muy clara: rebasé a un corredor que venía vestido de verde y con la máscara de una botarga. En esos últimos kilómetros se había convertido en una especie de "liebre" para mí (los corredores voluntarios que van a un paso constante para marcar un paso de carrera específico). Lo rebasé poco antes de llegar al Monumento de la Reina Victoria. A partir de ahí, solo quería capturar la atmósfera. Y en esos últimos metros, justo cuando decidía en qué parte de la meta quería entrar, de repente escuché la presentadora del Maratón diga "George viene volando" (sí, los ingleses van a decir "George" cuando leen "Jorge"). Y no iba "volando", pero sí terminé el maratón corriendo (aunque la mayoría a mi alrededor estaba tan cansada que solo caminaba).
Les dejo los videos de esos últimos metros y el video de la llegada meta.
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