La montaña y sus retos

Ya en mi primer reflexión sobre el maratón mencioné a George Mallory y cómo dijo que quería escalar el Monte Everest porque está ahí.  He leído algo de Mallory y su expedición (y otras expediciones al Himalaya) porque me gusta leer de la montaña.

Photo by Eberhard Grossgasteiger


De niño tuve la oportunidad de ir a las faltas del Popocatépetl (llegamos hasta Las Cruces) y en varias ocasiones fuimos al Cerro del Gigante, cerca de León, Gto.  La experiencia de ascender la montaña la compararía con la preparación para una carrera.  La adrenalina inicial da paso a cierta monotonía... lo que abre la puerta al cansancio y al derrotismo.  Luego vienen dos o tres espejismos, donde uno cree estar por llegar a la cumbre solo para descubrir que no es así.  Finalmente, todo el cansancio y dolor desaparecen con la sensación de logro y victoria que llegan al, finalmente, llegar a la cumbre.

Y debo decirlo, aunque desde niño me fascina la montaña, nunca he tomado la iniciativa de buscarla.  Las únicas ocasiones donde regresé a ella fueron en la Universidad.  Una vez, varios amigos decidimos anticiparnos a un paseo anual de nuestra antigua preparatoria y esperar a los alumnos y profesores en la cima.  El detalle es que tardamos mucho en salir y todo el ascenso fue de noche (pero a los 19 años, eso solo es parte de la aventura).  Más delante. pude participar en programas extracurriculares de la universidad que me permitieron subir en varias ocasiones La Malinche (un volcán extinto de 4500 metros sobre el nivel del mar).  Podría escribir varias publicaciones de esos paseos pero, para este blog, base decir que cada ascenso a la Malinche tuvo algo memorable.  Incluso recuerdo que en una ocasión nos acompañó el papá de un compañero de clase para usar el ascenso como parte de su preparación para un maratón que iba a correr una semana después. 

Esa fascinación por la montaña me ha motivado a seguir leyendo de ella.  Casi siempre, cuando veo una nota o artículo hablando de una hazanña reciente, guardo la liga y la leo en algún momento tranquilo, ya sea en el tren camino a la oficina o antes de irme a dormir.

Fue así que supe que Viridiana Alvarez acaba de convertirse en la primer mujer del continente americano en subir las 14 cumbres más altas del mundo (y "solo" le tomó 6 años). O que Kilian Jornet subió el Everest, sin oxígeno, en solo 26 horas desde el campamento base. 

Esa fascinación hace me sienta atraído, incluso, a leer historias que han terminado en tragedia (como la historia de Mallory).

Y es aquí que regreso a hablar de la maratón. Una maratón, al igual que una expedición a la montaña, requieren mucha planeación, además de una buena preparación física y mental.  En ambos casos, la meta (o la cima) es apenas la mitad del recorrido.  Un montañista debe guardar fuerzas para bajar a salvo de la montaña (no por nada la mayoría de los accidentes pasan durante el descenso).  Igualmente, un maratonista debe reponerse (de qué sirve correr un maratón si después habrá lesiones que tarden mucho en sanar).

Finalmente, en los últimos años me he identificado con Mallory cuando dijo que quería subir el Everest porque ahí está.  Yo quiero correr el Maratón porque ahí está el reto.

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