Mi historial de no-corredor

Dicho de otra forma, hoy quiero contar de dónde sale mi síndrome de impostor de corredor.

Al principio, correr para mí era anatema. A lo mucho, lo veía como el mal necesario para agarrar condición para practicar un deporte en equipo.  Hubo una temporada en que entrené baloncesto, otro tiempo jugué volibol y otra temporada jugaba futbol en el torneo de la universidad. Puro deporte en equipo.

Salvo una época donde me puse en plan deportista (gimansio y natación con frecuencia), nunca me tomé en serio el entrenar para algo por mí mismo.  Si salía a correr, era para agarrar un paso de atleta keniano (el mismo que mantienen por 42 kilómetros) solo para perder un poco el aliento tras 300 o 400 metros. Y todavía tenía la desfachatez de sentirme orgulloso de haber corrido 1 km en una tarde: 400 metros a paso agresivo, sin calentar, quedarme sin aire y caminar los siguientes 100... y luego trotar y caminar los 500 metros para regresar a casa.  Eso sí: si llovía, hacía calor, hacía viento o hacía frío no me animaba a salir.

En alguna ocasión, charlando con un amigo de mis suegros, comenté que estaba tratando de salir a correr con más frecuencia. Me preguntó qué distancia hacía cuando corría y su comentario fue demoledor: para tener beneficios reales, debería pensar en correr más de 10 kms semanales. Escuchar eso de un médico militar, que corría con frecuencia desde antes que yo naciera fue una loza. Simplemente me estaba haciendo tonto.

Después vino mi primer Santa Run.  Luego vinieron dos Santa Run más y así pasé de 5 a 10 kilómetros. Pero eran carreras de beneficencia. La motivación era recuardar fondos (junto con varios compañeros de trabajo) y vestirte de Santa Claus con otras 300 o 400 personas y correr alrededor de un parque en una fría (y a veces lluviosa) mañana de Diciembre. 

Pero la experiencia me animó a apuntarme a una carrera a campo traviesa (10 kilómetros) a las afueras de Londres. Al menos eso me dió algo de disciplina para entrenar para algo que no tuviera la presión social. Y es que no es lo mismo prepararte porque ahí van a estar los compañeros de trabajo (y no quieres quedar en un muy distante último lugar) a prepararte porque tu único rival eres tú mismo. 

Después decidí apuntarme al Vitality 10k, una de las carreras de 10k en Londres más conocidas.  Para no perder la costumbre (y forzarme a entrenar), hice una campaña de recaudación de fondos para una ONG.  Al final, esa carrera fue muy especial porque, apenas terminó la carrera, fui a casa por las maletas y volé a México para festejar allá el cumpleaños de mi abuelita.

Pero no quería parar ahí. Y fue por casualidad que encontré que se haría un medio maratón a partir de  2018: el London Landmarks Half Marathon. Esta carrera era por sorteo pero, al ser nueva, tendría buenas posibilidades de participar. Y tuve suerte y gané un lugar.  Nuevamente, contacté una ONG y arme una campaña de recaudación de fondos. Eso me ayudó a entrenar durante el invierno y estar listo para la media maratón a finales de Marzo.  Ya en otro post les contaré de esta carrera y mi preparación.

Para ese entonces ya era padre de familia y los compromisos son otros. No es sencillo salirse a entrenar, sobretodo cuando se tienen niños pequeños.  Pero para ese entonces tenía un nuevo empleo y la empresa organiza anualmente una carrera de 5k. Y desde 2020 no me pierdo una sola.

¿Eso me hace un corredor? No lo creo.  Y aún así jugué con fuego un par de veces porque entré al sorteo de lugares para la Maratón de Londres. Afortunadamente nunca gané un lugar porque ahora sé no estaba listo ni fisica ni mentalmente.  



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