Entrenando en días de calor
Empieza septiembre y justo ahora regresó el calor. Entre el martes y pasado mañaba, en Londres habremos pasado de los 30 grados en tres o cuatro ocasiones.
¿Algún problema? Pues sí y no.
Por un lado es pesado salir a correr con calor intenso (y peor si hay mucha humedad). No es queja. Es un hecho que he confirmado personalmente. Cuando preparaba el medio maratón allá por fines de 2017, me tocó hacer varios fondos de 10-15 km cuando estaba de viaje de trabajo en Singapur. Y aunque salía a correr antes del amanecer, la temperatura ya era de 25 grados y la humedad rondaba el 90%. El resultado era un fondo mucho más pesado por el efecto del calor. Y el día que corrí 6 km al anochecer, el cansancio (y deshidratación) fue mucho peor. A final de cuentas, el calor y la humedad restan al rendimiento.
Corriendo en Singapur |
Pero el calor también tiene su lado positivo. He ido descubriendo que, al correr, hay varias fuerzas que se conjugan (a veces para cancelarse unas a otras). Por un lado, una parte de la mente dice "hasta aquí" o "estoy cansado". Por otro lado, las endorfinas nos animan a seguirle. Y a veces el simple enfoque en un objetivo (ser más fuertes, ir expandiedo los límites de lo posible, el deseo de entrenarse para una carrera, etc.) puede ser el fiel de la balanza. El calor simplemente hace que aparezca más pronto que tarde esa vocecita que dice "wey, ¡yaaaaa! ¡párale! ¡Mejor vete a casa a tirarte un rato al sofá!".
Finalmente, el chiste es ver de qué cuero salen más correas: de esas endorfinas o la ambición de lograr un objetivo, o de esa vocecita que pide le pares. La clave, creo yo, está en el hambre de lograr el objetivo. Ese permanece. Las endorfinas eventualmente van a llegar, pero no siempre lo suficientemente pronto.
Hace un par de semanas estuve entrenando en días de calor en Grecia. El calor pesaba, pero se pudo correr 30 km en una semana. Esta semana ha tocadodarle bajo el calor en esta isla. Seguro que puedo darle con ganas a la carrera de mañana.
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